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En mis condiciones, ¿en qué me afecta la crisis económica?


Buenas tardes! Ante todo, gracias por dejarme expresar mi opinión en un tema del que muy pocos hemos oído hablar: LA CRISIS. ¿a qué es algo nuevo para Vds . [o vosotros, depende]? Seguro que es algo desconocido para la mayoría. Búsquenlo en Google y “solo” aparecerán 25 millones de referencias.

Creo que lo primero que debo hacer es presentarme. Me llamo Joaquín, tengo 55 años y he estado en prisión. Debo agradecer a la Pastoral Penitenciaría y, en particular, a la asociación EPYV, la gran ayuda que me han prestado y que se siguen prestando. Gracias a ellos empecé a salir de permiso y, una vez conseguida la libertad, me siguen acogiendo en el piso que tienen en Alcorcón.

Al haber estado en prisión no he vivido la evolución de la situación actual tan vivamente como los demás. Ahora es cuando me doy cuenta de la gravedad del momento. No soy pesimista, pero resulta muy difícil no serlo en estos momentos. Como es fácil suponer, estoy sin trabajo. Es decir, tengo CRISIS, pero con mayúscula. Y digo esto porque todos los que tienen trabajo, aunque con un sueldo pequeño, no notan tanto la crisis. Saben que existe, pero les pasa de refilón. A todos nos asusta el quedarnos sin empleo, rezamos a quien sea para no perderlo, pero mientras lo tengamos, tenemos un miedo relativo. Seguimos consumiendo más o menos igual. Vamos al cine, a bailar, compramos en hipermercados. Nos privamos de pocas cosas. Pero, ¿qué ocurre cuando perdemos el trabajo? ¿Miedo, temor, pánico? De todo un poco, depende mucho del entorno familiar que tengamos. Creo que la primera sensación que tenemos es que nos han engañado. Hemos estado trabajando para la misma empresa durante muchos años, admitiendo subidas de sueldo mínimas, cuando las había, con la excusa de que la empresa no había obtenido muchos beneficios. Sin olvidar que cuando los hubo no se nos tuvo en cuenta. Hemos considerado que la empresa era algo nuestro, cuando realmente los directivos sabían que sólo era suyo. Nos han pedido muchos esfuerzos y, cuando el esfuerzo era de la empresa, han seguido por el camino más fácil: EL DESPIDO.

A continuación empezamos a buscar trabajo, enviamos montones de currículums y, suponiendo que alguna empresa nos quiera contratar, nos damos cuenta que tenemos que trabajar el doble y por la mitad del sueldo que teníamos antes. Es decir, nos sentimos decepcionados. Al principio diremos que no aceptamos caer tan bajo, que no se puede aceptar la primera oferta que nos hagan, que ya saldrá algo mejor, que de momento tengo el subsidio de desempleo, etc. Pero el tiempo va pasando y ese empleo deseado no llega y el paro está llegando al final. ¿Qué hacemos? Aceptamos un empleo peor que el que nos habían ofrecido en un principio, por menos sueldo, y nos conformamos diciendo que por lo menos tengo trabajo. Pero ese trabajo es temporal, una sustitución, un contrato basura y, al poco tiempo, estamos en la misma situación que antes. Pero con un factor añadido, tenemos más edad y nos resulta aún más difícil encontrar un nuevo empleo. Hasta ahora he hablado de la crisis en general, tal vez enfocada un poco hacía Vds., ahora déjenme que hablé en primera persona. Todo lo que he dicho hasta el momento, es aplicable por completo a mi persona. Con un factor añadido. Como les he comentado al principio, he estado en prisión. Este es un problema más, ya que como lo ponga en mi currículum, seguro que no me llaman. Por mucho que haya pagado mi deuda con la sociedad, muy pocos van a confiar en mí para darme un trabajo.

Si cuando nos encontramos en la época de las vacas gordas es difícil encontrar un empleo, cuando las vacas adelgazan hasta quedarse en los huesos, es prácticamente imposible. Y no es que no lo intentemos, lo hacemos con mucha más pasión que el resto, aceptamos cualquier cosa y a cualquier precio. Porque hemos tocado fondo y más bajo no se puede caer. Pero todo tiene sus ventajas. Cuando has tocado fondo es más fácil apoyarse para tomar impulso y volver a la superficie. Hay que pelear por conseguir nuestros objetivos, seguir luchando día a día para encontrar un trabajo, sea el que sea, que nos permita subsistir y poder seguir adelante. No es fácil en absoluto, pero no nos podemos quedar en casa esperando a que venga alguien a decirnos si queremos trabajar. Hay que buscarlo utilizando todos los medios y contactos a nuestro alcance.

Si no tuviera el apoyo de la Asociación, lo tendría mucho más complicado, ya que ¿dónde dormiría? ¿Cómo podría cubrir mis necesidades mínimas? Sería un indigente más de los que viven en la calle, con todo lo que ello comporta. Entonces sí que sería prácticamente imposible, porque tendría que ir a pedir trabajo sin lavarme, con la ropa sucia, oliendo mal. ¿Creen que alguien me daría un trabajo, digamos, decente? O tal vez sólo podría pedir limosna y trampear como pudiese. Tal vez cayese en las garras del alcohol, lo cual sería todavía peor. Mejor no quiero pensarlo. Gracias, como he dicho, a la Asociación EPYV no tengo este panorama tan negro. La ayuda que prestan de forma desinteresada no tiene precio. Gracias a todos los voluntarios que colaboran en la medida de sus posibilidades, con dinero o con tiempo, a que podamos seguir adelante y que no nos encontremos tan desamparados.

Gracias por su atención y que no les afecte la crisis en lo más mínimo.
Por cierto, el lunes tuve una entrevista de trabajo.

Gracias de nuevo.
Joaquín C.